Empezamos con un traspié el día... Tras comprobar la eficacia de los trenes, su puntualidad, nos confiamos que tras media hora más tarde, podríamos encontrar el tren que salía directo a Nikko. Pero no fue así, llegamos a la estación ya no había ningún tren así, decidimos irnos a Ikebukuro para coger el tren… Pero añadimos un problema más, había problemas técnicos en una parada y el tren no llegaba hasta la estación donde había que hacer el transbordo, así que nos la jugamos y bajamos en Omiya para coger nuestro primer Shinkasen (tren bala).
La jugada nos salió buena, cambiamos de nuevo de tren y finalmente llegamos a Nikko.
Tras llegar a la estación de Nikko, nos fuimos a por el bus que subía a los templos. Mientras íbamos en él, se puso a caer una buena trompa de agua y…OHOHOH! Nos habíamos dejado el paraguas en el hotel.
Por tanto, nos bajamos en la parada del puente Shinkyo y nos quedamos esperando a que pasara el aguacero mientras mirabamos souvernirs en una tienda. Como habían paraguas, y viendo que no paraba, decidimos comprar uno. Pero nos fue imposible, la mujer de la tienda insistió que nos lo lleváramos gratis. Que Fuerte! Asi que con nuestro paraguas, vimos el puente que es de postal, y subimos hacia la colina buscando los templos. Por fin paró de llover, entramos al Toshogu.
Sin palabras nos quedamos, precioso! Tenía un ambiente mágico, tal vez porque había llovido, estaba saliendo el sol y todo brillaba. El templo estaba repleto, casi todos orientales.
Estuvimos una 1hora y 30 minutos recorriéndolo. Allí tuvimos 2 experiencias de la mar de graciosas. En el WC, haciendo cola, una mujer se paro delante de mí y me dijo que los 2 últimos baños eran de estilo occidental… (que considerada la mujer japonesa) y la otra fue subiendo a donde se encuentran los restos del shogun donde muertos de sed, al ver una máquina expendedora y solo una bebida, la cogimos ya que veíamos a los japoneses con un amor a esa botellita. Yo le pegué un trago grandísimo y me lo tragué por no tirarlo, dios que amargooooooooo, pensaba que sería algo más dulce! Enseguida me fui a la fuente de purificación… Más tarde supimos que era té verde pero nunca lo habíamos probado ni frio (aunque de lo amargo que estaba, a mi ni me lo apareció) ni tan amargo!
También vimos hasta mujer tan graciosa con su perro. Habiamos visto tiendas para mascotas pero no lo habiamos comprobado en persona a tan gran nivel.
La experiencia de adentrarnos en el edificio central y ser uno más en la ceremonia que realizaban, aunque no nos enterábamos de nada, y escuchar el sonido de los sollozos del dragón, fue algo muy especial, sentiamos tranquilidad y paz. Muy mágico!
Nos asomamos al templo Rinnoji pero estaban rehabilitándolo, así que decidimos no entrar, la verdad que se veía grandísimo! Como ya era hora de comer, nos bajamos al pueblo probando la fanta de uva y encontramos un lugar bastante entrañable, el Hippari- dako (recomendado en la Lonely Planet). Nos adentramos en él y nos dimos cuenta de lo pequeño que era la sala, no había nadie comiendo y estaba repleto de papeles/fotos/dedicatorias por las paredes. Salió la amigable señora japonesa, nos dio las cartas de menú y con su bonita sonrisa se marchó con el pedido. Enseguida teníamos nuestra comida, buenísima: unas verduras a la tempura con arroz, y un plato combinado de pinchitos, tallarines y arroz. Comimos rápido, porque sabíamos que era tarde para los japos para comer, nos dieron unas chinchetas y dejamos nuestro recuerdo en la pared junto a los demás. La señora salió afuera a despedirse y se hizo una foto con nosotros, que graciosa era!
Volvimos a pasar por el puente, ahora estaba más bonito ya que el sol hacia que el agua del río fuera de un color azul intenso.
Bordeando el río fuimos a las pozas de Nikko o también llamadas Kanmangafuchi Abyss. Había poca gente, algunas familias japonesas. El lugar es increíble, verde, tranquilo, con pequeños rápidos y cataratas, con las estatuas de Jizo repletas de musgo,... nos dejo fascinados el lugar. Antes de partir de nuevo hacia la estación nos refrescamos los pies en el lugar y de camino a la estación, pasamos por la tienda que nos habian dejado el paraguas, para devolvérselo. Los empleados se quedaron a cuadrados cuando les djimos que gracias por haberlo dejado pero que teniamos ya dos en el hotel y que gracias a que nos lo dejaron no nos mojamos, pero que se lo quedaran para la próxima que alguien lo necesitara... Así que dando miles de gracias ambos, volvimos a la estación después de una buena caminata.
Esta vez la vuelta la bordamos, todo sobre lo planeado. Decidimos acabar la tarde-noche en el barrio Akihabara y de allí al hotel a preparar la maleta para continuar con el viaje, descansar de este día, sin antes hacer los payasos con la ropa del hotel